Qué bien me sienta el color blanco, aunque Sara me haya dicho esta mañana que dónde voy saliendo así a la calle, dando el espectáculo. Qué sabrá ella, con su armario de luto y a juego con sus ojeras, con su empeño en no maquillarse y en salir a la calle con la cara lavada ¡Vamos! No salgo yo con la cara lavada ni a bajar la basura a la calle. Y esos tejanos deshilachados y rotos que acabarán yendo solos a la lavadora cualquier día, por favor, decirme a mí que salgo a la calle dando la nota con mis pantalones blancos impolutos y esta camiseta ni ceñida ni suelta que resalta mi estupendo escote. Y luego me dice que me voy a descalabrar con los zapatos, por favor, si coqueteara un poco no estaría tan sola. ¿Dónde va con su escaso metro cincuenta y esas zapatillas horrendas? Un poco de tacón y de maquillaje y conseguiría que todo el mundo la mirara embelesado, como a mí, y no estaría tan mustia. Bueno miento, ya no sé qué hacer para que vaya a la peluquería, qué manía esa de defender la naturalidad ¿En qué creerá que le ayudan las canas, las puntas abiertas? Y que me diga a mí que parece que llevo un pelucón, parece mentira. Yo, que voy a la peluquería cada diez días y mantengo mi pelo rubio platino, que vale, no es natural ¿pero y qué más da si me miran al pasar? Si te cruzas con Sara por la calle tres veces es posible que a los diez minutos te la presenten y no la recuerdes, y mira que tiene los ojos más bonitos que he visto nunca, pero claro ¡ni se le ocurre maquillarse!. En fin ella sabrá… pero luego que no me diga que no encuentra novio, yo ya se lo he dicho: Deja de ver películas y deja de leer, ve a la peluquería, ponte una minifalda y enseña las piernas y pásate al metro sesenta como yo, a golpe de tacón. Y se lo digo mil veces, así sólo tendrá novios como los que ha tenido, esos dos zarrapastrosos… el músico y el otro que a saber qué hacía, el artista, a saber… seguro que se drogaba. Se lo voy a decir otra vez ahora en cuanto la vea… En cuanto me baje del autobús se lo digo, eso si me subo algún día, que hay que ver lo que tarda…Y qué lleno va, madre mía, no me voy a poder sentar. Bueno, así no arrugo el pantalón ni lo mancho, que estos transportes públicos están hechos un asco, no sé por qué no cogí un taxi. Me han dicho en la peluquería que menudas gafas de sol llevo, la verdad es que me sientan muy bien. Lo que ya no sé si me sienta tan bien es este rojo pasión de labios que he dejado que probaran conmigo. Me usan de modelo en la peluquería, lo noto cada vez que voy, que se alegran porque atraigo a la clientela… Entro guapa y salgo mejor, y claro, colaboro a que les vaya bien el negocio. Y ahora que lo pienso… tan mal no me debe quedar el rojo pasión porque ese chico me está mirando… Sí, sí, me mira. Se lo voy a decir a Sara ¡píntate los labios! Me mira descaradamente, y es guapo… ¿Le digo algo? Qué vergüenza, casi mejor espero a que me diga algo él, pero me bajo en dos paradas… No deja de mirarme, y yo disimulando… con lo guapo que es el condenado… Y me bajo en la próxima ¿Le digo algo? No me atrevo, no… ¿Le sonrío? Le voy a sonreír, va… Uy, que me va a hablar… me va a decir… me va a…
- Señora ¿quiere sentarse?
- Ehm… No. Gracias. Majo.
Bueno, ¿y ahora dónde está Sara? Ahora cuando la vea le diré que su padre ha llamado y que se casa con la cría pelandusca que me lo birló, y si quiere ir a la boda que vaya. A mí me da igual.
- Señora ¿quiere sentarse?
- Ehm… No. Gracias. Majo.
Bueno, ¿y ahora dónde está Sara? Ahora cuando la vea le diré que su padre ha llamado y que se casa con la cría pelandusca que me lo birló, y si quiere ir a la boda que vaya. A mí me da igual.
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