A Roncagliolo lo descubrí una tarde en una de las incontables librerías de mi tía la catedrática de literatura. Una vez cada quince días pasaba por su casa de Madrid para comprobar que todo estaba en orden, que no habían entrado a robar ni había ninguna gotera. Y como en esas comprobaciones uno no se demora más de cinco minutos, el paseo hasta allá me parecía de lo más idiota, así que siempre me quedaba por allí un rato enredando entre sus libros, buscando algún tesoro.
Soy una ladrona de tesoros, pues. O quizá secuestradora. O ambas, ya que alguno nunca volvió a su rincón. A Claudio Rodríguez me lo llevé una tarde metido en el bolso, y otra tarde a Aldecoa en una mochila. A cambio le dejé por ahí “olvidados” a Amélie Nothomb, a Alan Pauls y a Menéndez Salmón. Un intercambio de rehenes.
Una tarde de lluvia (como la de hoy) me encontré en su casa, calada y viendo aparecer y desaparecer la librería del salón bajo la luz de los relámpagos. Encendí la luz en busca del tesoro, y de entre todos los lomos y entre todos los nombres, destacó éste. De entre todos los colores, como siempre, me llamó el rojo.
“Abril rojo”, de Santiago Roncagliolo. Una tarde de lluvia salvaje, una galería mirador para alguien que vive en un pisito interior, una chaiselongue y un libro. Cuando deje de llover me voy a casa, me dije, y me puse a leer.
El protagonista de “Abril rojo” recuerda al perfil de personaje absurdo del que suele tirar Eduardo Mendoza. Si no recuerdo mal era fiscal y trataba, como fuera, de que todo fuese legal y se hiciese correctamente. En Lima, para más collons. Y cuando más te estás riendo con éste protagonista que, de rebote, te está haciendo ver o está criticando cómo se resuelven las cosas en el Perú actual (Roncagliolo es peruano), de repente te das cuenta de que, en el fondo, estás leyendo una novela negra, con un asesino en serie que ronda por ahí y con unos crímenes horribles y una buena dosis de recursos fantasmales que te absorben de tal forma que ya no puedes abandonar el barco.
Me llamó la atención la biografía del escritor porque, normalmente, mi tía me descubre a mí escritores de su quinta o de sus épocas, y yo pongo a su alcance todo descubrimiento de mi quinta o de estos tiempos que me sorprenda. Roncagliolo es la excepción, debería habérselo descubierto yo a ella.
Salí muy tarde de casa de mi tía, con mi tesoro bajo el brazo y bajo la lluvia. En su casa no había goteras, aunque sí en la calle… Habían entrado a robar, sí, pero tenían llave.
En resumen: Crítica social + humor + intriga + asesinatos + etc
Muy recomendable, yo lo he regalado varias veces ya. Y eso que no me va la novela negra, pero es que no es estrictamente ese su género.
6 amiguetes que comentan.:
Lo voy a tomar como un (excelente) regalo porque me ha gustado lo que me has descrito.
Aunque no te guste la novela negra, te regalo "El largo adios" de Raymond Chandler,
Eres una ladrona de gusto exquisito.
María, tal como lo cuentas suena muy bien. Qué suerte tienes de tener a tu tía catedrática, lectora con una buena biblioteca dónde usar el guante blanco!!
Me lo apunto en mi lista de pendientes...
Besines
L;)
Tenía el ojo puesto sobre él, me atraía, ahora después de leer tu opinión seguro cae, porque a mí si me gusta la novela negra.
¡Por cierto! ¿tu tía no me adoptaría como sobrina mayor?
Besotes.
Elysa, pues seguramente sí, pero no sé si te lo recomiendo... es una tipa tan interesante como plasta. Si hablamos de libros genial, si le da por contar sus penas... fírgensantadelcarmelo...
Hola María, soy tu tía.
Eso de que soy interesente me gusta, perolodeplasta creo que es hereditario, o sea, de familia. No que no sabes es que lo de las goteras y los robos es una excusa que pongo para que te pases por mis sueños, pues así cumplo la consigna de tu madre de cuidarte. Si estás en mi casa no estas por ahí tomando cañas. Y además, siempre que tus robos sean libros vale, pero lo de comerte mis galletas...
Por otro lado me ha gustado mucho el comentario de texto, hasta el extremo de que me volveré a comprar el libro.
Tú tía que te quiere, por ahora,... mira que llamarme plasta, ¿te has leído en tus post?
Tía Ximena, perdóname, no sabía que entrabas en éste blog. Te devolveré todos tus libros, lo prometo. Las galletas no te las devolveré, porque es un asco.
Y sí, soy plasta, tú lo sabes bien tía. Creo que es genético. Kgüenmendel.
Besos de tu sobrina.
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