No creo demasiado en espíritus ni en fantasmas, ni en nada que se defina hoy día como “paranormal”. Obsérvese que uso la palabra “demasiado” y eso deja un resquicio de duda, lo admito. Mi cerebro me dice que todo aquello que, a priori, no tiene una explicación lógica, seguramente la tiene pero no llego. O no llegamos, en general.
Si es cierto que, dentro de lo racional, he sentido y siento vínculos tan sólidos con cierta gente que ni siquiera puedo explicar. Lazos, hilos, lo que sea, que ahí están y siempre son mutuos aunque nunca se nombren. Diría que no hay necesidad.
Yo ese vínculo lo siento con tres personas, y una de ellas hace más de veinte años que no está, o que está sin estar. Mi abuela materna, mi abuela María, mi tocaya, mi abuelita: qué más da que la sienta cerca porque quiera que esté cerca, o porque esté en realidad. El 9 de Abril de 2007 me libré de irme al carajo por tres segundos y todo se cayó delante de mis narices en lugar de encima de mi crisma. Y lo primero que pensé, sin dudar, es que ella me lo había evitado. No era mi momento, quizá. O igual sólo fue casualidad, o no, o qué más da. Aquí ando.
La última vez que la vi está grabada a fuego en mi memoria pese a mis quince años escasos : ella se despedía de mí llorando en la casa del pueblo, como siempre, y me decía que se iba a morir, como siempre, y que ya nunca nos íbamos a ver. Todo como siempre, salvo que esa vez supe que era verdad.
El otro vínculo es mi padre, y eso que apenas hablamos. Nos separan 600 km y cada vez que llamo por teléfono hablo con cualquiera menos con él. No hace falta. Él sabe que esos hilos comunican más que el teléfono y ya está. Y esos cables raros que sólo me unen a tres personas me han avisado de tantas cosas, y tan pasmosas, que no puedo más que creerlo pese a mi cerebro cabezón y racional. Por eso supe en el 93 que los cables no se romperían entonces, cuando todos lloraban. Por eso supe en 2005 que estaba a punto de perderlo, pero que quizá, quién sabe… un hilo de seda sigue siendo un hilo. Y ahí anda.
Desde entonces mi madre cree que soy medio bruja y se agarra a mi opinión como a un clavo ardiendo. Pero yo sólo atino o he atinado con esas tres personas, así que que no me pida nadie que le eche las cartas porque le tomaré el pelo (tengo experiencia, ya lo he hecho XD).
La tercera es mi sobrino mayor, que o mucho me equivoco o anda también unido a los hilos que me atan a mi padre. Hace seis años era un bebé con aspecto de rana, como todos los bebés. Yo no quise cogerlo en brazos (nunca quiero ¿y si se rompen? que se le rompa a otro, yo paso) pero me senté en un sofá y me lo plantaron encima, sin anestesia ni nada. Tenerlo en mis brazos y echarme a llorar fue todo uno, aunque para ser honestos yo andaba con los nervios desquiciados entonces, tras diez días metida en un montaje internacional.
Hoy me han dicho que está nervioso porque el lunes iré a buscarle al colegio. Que está pensando qué se va a poner para estar guapo. Que le cuenta a todo el mundo que “ya viene latitaMari”. Y a mí no se me olvidará nunca la vez que aparecí en el colegio sin avisar y me miró como si yo fuera un rey mago que aparecía por sorpresa, sólo para él. Ni se me olvidará cada vez que intenta tomarme el pelo y hacerme creer que ha visto un tiburón en la fuente del parque, o cuando me reta a ver quién de los dos sabe decir más colores en inglés (¿Pues no me pilló con “purple” el enano dels collons??) Ni se me olvidará jamás como mi padre, tan serio, tan señor, hace puzzles de Mickey Mouse con él o discuten sobre si los dragones existieron o no y me acaban pidiendo opinión a mí (cosa muy peligrosa, por cierto).
Hilos. Vínculos. Lazos que no se pueden romper porque no se ven ni se pueden explicar, aunque yo no pueda evitar darle vueltas.
¿Será genética? ¿Será olfativo? ¿Será será será, qué leches será?
8 amiguetes que comentan.:
María, no sé lo qué es, si son esos vínculos invisibles que te atan de por vida. He llorado leyendo tu "Rilato", y mira que llevaba tiempo sin llorar. Bueno, llevaba años, pero el otro día iba en el autobús, pasé por delante de los puestos de flores y me acordé de cómo me miraba mi padre, con el que tambíen me unía un vínculo muy especial, y emepecé a llorar a moco tendio...
Y ahora leyento esto tuyo XDXDXD
La foto-dibujo esa está genial. Sois unos suertudos tú y tu sobrino, de verdad.
besiños
L;)
María sólo esto... Te quiero.
Le llamo afinidad, y cuando se da no hay nada mejor.
Y es igual el tiempo que se este separado, al encontrarse, al empezar a hablar es como si se hubiera hablado hace un ratito.
En los fantasmas no creo, pero en los yu-yus, si.
¿Quien me cambia las cosas de sitio sino?
No sé si es sólo afinidad... Lo que cuentas lo siento yo con alguna que otra persona más. Con tres grandes amigos, con mi madre e incluso con algún/una conocido. Eso es empatía. Tengo mucha suerte, creo.
Esto es algo más, es como una línea continua que te hace saber si el otro está bien o mal, pese a la distancia, es de lo poco irracional que no discuto porque me pasa, aunque no lo entienda ni lo sepa explicar.
Y con esto y un bizcocho, voy a ver si soy capaz de meter al gato en el trasportín (gran drama felino habemus) XD y me voy pa Barna.
Elysa :)) Besos mil rumbo a Valencia.
Loli, si hay que llorar se llora, no pasa ná. Yo soy muy llorona, pero sólo lloro de rabia... o con según qué peli.
Me has emocionado. A ver si algún día te cuento yo de mis hilos ...
Pedro :)
Seguro que son grandes historias, transoceánicas!
María, en mi blog te dejo una propuesta!!
Ven por ella!!
Besines
L;)
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