Podía haber hecho de su idea de novela un folletín, pero afortunadamente no fue así. Podía haber convertido sus 136 páginas actuales en 545, y convertir la historia de Salvatierra en un culebrón superventas, pero no lo hizo.
Salvatierra no es una novela adecuada para aquellos lectores que quieren saber más, saber todo. Cuenta lo justo, lo necesario, lo importante, y el resto queda apuntado, hilvanado solamente, pero a la vez absolutamente cerrado (y muy bien cerrado, por cierto).
Salvatierra tiene a un protagonista ausente, muerto hace años. Su protagonista es justamente el personaje que no está. Y a través de sus hijos, del menor sobre todo, uno lee sobre el desconocimiento de esos extraños que uno cree conocer en vida: los padres.
Salvatierra es un pintor mudo que durante toda su vida pintó un único cuadro. Kilométrico, eso sí. Un cuadro de su vida, continuo y fluido como el río que discurre por toda la novela. Sus hijos quieren hacer algo con su obra y descubren que falta un rollo de lienzo, el del año 61… fragmento que deben encontrar.
Mairal usa un lenguaje sencillo, artificio cero, y corta con bisturí de modo que nada sobra, ni falta, y todo queda perfectamente engranado. Me ha gustado, y mucho, esta novela tan breve como intensa que cuenta con uno de los mejores y más conmovedores finales que he leído en los últimos tiempos.
Feliz año a todos.
PD: Lo cuenta Mairal, obviamente mejor que yo, en esta entrevista...
2 amiguetes que comentan.:
¡¡¡Para!!!
O me arruinaras.
Ya me has convencido para dos.
Si siogues asi, me tendras que invitar a comer porque no llegare a fin de mes (de enero, que parece que a este si he llegado).
Jajjajaja, ok, ok, ya paro de momento, que ando leyendo un santo tocho, y tengo para días XD
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