No falla. Esto es como cuando sufres una ruptura sentimental: de repente los anuncios de televisión te venderán de todo mediante historias de amor y hasta aquellos que te ofrecen muebles de nombres imposibles como Ektorp, Brimnes, Aspelund o Berlevåg, se amarán orgásmicamente tras lo que seguramente sea un arranque eufórico después de conseguir montar el mueble en cuestión. Las canciones que se cruzarán accidentalmente en tu camino siempre serán baladas, boleros, tangos o pasteladas pop, y absolutamente todo lo accidental será entendido al instante como recuerdos del susodicho/icha que haya tenido la poca vergüenza de partirte el corazón.
Pues igual, pero con la comida. Según te pongas a dieta te pasarán varias cosas: Harás zapping y todo serán programas de cocina, te llamará un amigo para contarte lo que está comprando para la cena que va a preparar a 600 kilómetros de donde estás tú, te preguntará alguien cómo haces ese flan de queso pasiego taaaan diétetico, saldrás de caminata y cada vez que te fijes en un escaparate al azar será, sin duda, una pastelería. Entonces te pondrás a leer y escogerás una novela algo más suave que la que acabas de terminar, y decidirás irte de nuevo hacia Ribanova, a ver qué se cuece (y nunca mejor dicho) en el “Hotel Almirante” en esos días previos a Navidad. Y según empieces te enterarás de que una desconocida se ha suicidado en el hotel y ha dejado una nota misteriosa, y sabrás que el edificio es el motivo por el que se pelean durante generaciones dos familias: Los Aldao y las Leal. Y sabrás que el Hotel fue un palacete de la familia Aldao que heredó Rosa Leal al casarse con uno de ellos y que, al enviudar pronto, convirtió el edificio en un hotel y en un gran restaurante.
Las hermanas Leal cocinarán y convertirán el Hotel Almirante en un lugar de parada obligada en toda ruta gastronómica que se precie, y para demostrarle esto al lector se servirán innumerables recetas que leerás, babeante, en tus horas de agonía entre la comida y la cena. Y para terminar esta bonita historia que te habrá dejado buen sabor de boca a 0 calorías, apuntarás todas las recetas y te propondrás cocinarlas cuando hayas perdido diez kilitos de nada.
Coñas aparte, me ha gustado la novela y lo he pasado bien leyéndola. Es una novela que cruje como cuando pisas la nieve, huele a merienda de chocolate caliente con tostadas y suena a murmullo de cafetería amortiguado por la nieve. Además, viajar a Ribanova por tercera vez ha sido un gran placer, y ya me siento como en casa.
4 amiguetes que comentan.:
María: progresas adecuadamente.
Empieza a ser una maravilla leer tus reseñas.
Otra novela que me comeré.
Un beso, de postre
Ximens :)
Es un horror leer sobre comida. Si encima es un buen escritor, acabas oliendo todo, salivando y, en definitiva, sufriendo XD
Besos mil.
Es cierto que ocurre.
Tienes una infección en la boca y no puedes comer y las pocas series de televisión que sigues se pasan la semana con charlas en restaurantes.
Veo que te entusiasmas con las lecturas y tienes la capacidad de trasmitirlo.
¡Venga otra más para el saco! Haz el favor de no entusiasmarme tanto...
Besotes.
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