El año en que empezó ésta historia yo tenía 20 años, trabajaba haciendo suplencias en un hospital, estudiaba diseño de interiores y esperaba con ganas que empezaran los JJOO de Barcelona 92. Si el azar hubiese cambiado una única cosa en mi vida feliz y apacible y, en vez de vivir en Barcelona, yo hubiera vivido en Sarajevo, por ejemplo, me hubiera tocado vivir una realidad muy distinta a la que me tocó en suerte y mi vida actual no tendría nada que ver con la que tengo, suponiendo que estuviese viva, que es mucho suponer.
De la Guerra de los Balcanes no recuerdo demasiado, salvo las imágenes de bombardeos a lo lejos en los telediarios, oír hablar continuamente de Radovan Karadzic, serbios, croatas, bosnios, serbobosnios, bosníacos, chetniks, Milosevic, el incendio de la Biblioteca de Sarajevo, el intento de entender algo por mi parte (admito que levemente), y poco más. La Guerra de Bosnia terminó justo el día en que yo cumplí 23 años y acababa de volver de un viaje a Italia. Florencia está separada de Sarajevo por 845 km de autopista nada más, acabo de mirarlo. Somos todos bastante vecinos.
En el año 2007 estuve en Croacia, Bosnia y Eslovenia y me enteré de bastante más, obviamente. En Bosnia no pude, eso sí, dejar de preguntarme cómo es posible seguir conviviendo con tus vecinos en un país multiétnico donde ocurrió algo tan salvaje. Y fue anteayer, como quien dice. Me es imposible creer que se pueda olvidar en apenas 16 años, y se pueda seguir viviendo junto a tus vecinos y enemigos, por más acuerdo de Dayton que obligue… y, sin embargo, guardo el recuerdo de una Bosnia hospitalaria donde conviven musulmanes, católicos y cristianos ortodoxos.
De vez en cuando busco respuestas a esto en novelas y películas, y así di con Joe Sacco. “Gorazde, Zona protegida” es una novela gráfica que cuenta desordenadamente la recopilación de historias y entrevistas que hizo el propio Sacco a habitantes de Gorazde. Gorazde fue un enclave bosníaco en la parte oriental de Bosnia, que resistió al asedio serbio hasta el final, al igual que Sarajevo. Joe Sacco es norteamericano y, aunque cuenta la historia desde el interior de Gorazde, habla también en algún momento de lo que le contaron civiles serbios al respecto, y del desprecio con el que recibía Sarajevo a los refugiados campesinos de la Bosnia Oriental, por ejemplo. El desprecio dentro de la propia etnia, por si no tenían bastante.
Ahí va una viñeta en la que Riki, un bosníaco de Gorazde le cuenta a Joe Sacco que se enteró del acuerdo de paz en el frente, a 200 metros de sus enemigos chetniks... es bastante ilustrativa y flipante.
Ahí va una viñeta en la que Riki, un bosníaco de Gorazde le cuenta a Joe Sacco que se enteró del acuerdo de paz en el frente, a 200 metros de sus enemigos chetniks... es bastante ilustrativa y flipante.
Merece la pena leerlo. Merece la pena no olvidar que estas cosas pasaron hace menos de veinte años, si con no olvidarlo se logra que no vuelva a suceder.
Yo de Bosnia recordaré siempre dos sensaciones opuestas, que no comprendo que puedan convivir: La alegría y la felicidad que sentí en Mostar y el profundo desasosiego que sentí en Sarajevo.
Fotografía de James Nachtwey tomada en Mostar (1993). Un miliciano croata dispara a musulmanes durante la limpieza étnica en Mostar. |
3 amiguetes que comentan.:
Ojala lo tengan en la biblio, a mí también me gustaría entender este horror, en su momento sólo veía que estaba aquí cerca, en Europa.
Me alegra ver que estás más activa.
Besos
Merece la pena éste cómic, aunque es bastante durillo. Una película sobre el tema que está bastante bien, y que va de fotógrafos de prensa norteamericanos que cubrían la guerra es "Las flores de Harrison". Una novela que también está muy bien es "El violonchelista de Sarajevo", y cuenta la historia (real) de Vedran Smailovic, un violonchelista que después de ver como un misil se cargó a 22 de sus vecinos, bajó cada día a tocar el adagio de Albinoni, 22 veces, 22 días a merced de los francotiradores serbios. El resto de historias que se cuentan en la novela son ficción, pero eso que te cuento pasó.
María: Sé que ese viaje marcó tu vida y dejó una huella que no vas a olvidar nunca. Sobre todo cuando alguien te hable de religiones, territorios, razas...
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