Ésta es una novela que he regalado hace poco sin haberla leído, porque tenía la certeza de que no me iba a defraudar. El receptor del regalo fue mi hermano, que según lo terminó me llamó para preguntarme cómo es que a Roncagliolo no lo conoce todo el mundo, cómo es que sus novelas no se venden como rosquillas. Es un tema de promoción, le dije, si Roncagliolo tuviese detrás todo el despliegue de medios que tiene, qué sé yo, Haruki Murakami por ejemplo, aaaaaaamigos entonces, tendríamos a Roncagliolo y a otros muchos en todas las estanterías.
Una vez leída, sobre “Tan cerca de la vida” no puedo decir gran cosa sin destripar la novela, pero sí puedo contar cómo supe de ella, que fue además muy divertido e interesante.
Fue en una charla que dieron Santiago Roncagliolo y Bruno Galindo sobre inteligencia artificial en el pasado festival Eñe de Madrid, el noviembre pasado. Para empezar, Roncagliolo dijo que la inteligencia artificial ya no era, hoy día, cosa de ciencia ficción. “De ficción ya no tiene nada, está ahí, es real”. Dicho esto, empezaron a mostrar en un proyector fotografías que habían tomado en una convención en Tokio sobre robots e inteligencia artificial. La cosa fue bastante pasmosa: pudimos ver a sirvientas que, al menos desde una distancia prudencial, parecían totalmente humanas, vimos media réplica del tronco y la cabeza de Albert Einstein, con la parte trasera dejada en chapa y en rejilla para que se pudiese apreciar cómo estaba construido; vimos un robot (un armatoste que parecía una lavadora futurista) que hacía las veces de auxiliar de clínica ya en bastantes hospitales japoneses y que solamente se alquilaba. Ahí contó Roncagliolo que se le ocurrió preguntar algo que a él le parecía obvio y que le miraron como si fuese idiota: “¿Pero entonces le quitará el puesto de trabajo a más de una persona, no?”. A lo que un japonés contestó “Le quitará el puesto a un auxiliar de clínica y se lo dará a tres personas que se dediquen a robótica”.
Hábil el japo.
Nos contó Roncagliolo que a su llegada al hotel, su móvil normalito dejó de funcionar y el wifi de su portátil no era compatible con los modos japoneses, así que se quedó incomunicado y triste, manteniendo conversaciones absurdas con los androides que pululaban por el hall del hotel intentando que los clientes se sintieran a gusto. Por lo visto estos androides te reconocen y te hablan, te cantan, etc Nos leyó entonces un fragmento de conversación que aparece en la novela, que basó en ésta experiencia suya. Transcribo:
Mientras ascendían, la chica puso en marcha su programa de conversación de cortesía automatizada.
— ¿Cómo ha amanecido hoy?
— Muy mal. Tuve una noche espantosa.
— Me alegro. Nada como un sueño reparador para empezar el día.
La verdad, el programa de conversación nunca había dado buenos resultados.
— No dormí nada — dijo Max —. Me emborraché con unos tipos que trataron de atacar a una mujer. Y luego tuve pesadillas.
— Yo también tengo una buena mañana. En la corporación Géminis, el ambiente de trabajo es muy sano y se respira cordialidad.
— Creo que mi mujer está pensando en dejarme.
— Espero que haya disfrutado de nuestro salón de exposiciones.
— Sí, me encantó.
Como nos reímos mucho con su lectura, el contrapunto fue enseñarnos otra foto: era la cara de una muñeca, no sé de qué tamaño porque se mostraba fuera de escala y estábamos todos tan alucinados que nos olvidamos de preguntar. Era un robot que no sólo contestaba a tus preguntas, sino que aprendía un poco más cada vez y combinaba lo aprendido para responder cada vez de forma más compleja. En un momento dado, alguien le preguntó algo parecido a esto:
“¿Y por qué quieres aprender a ser humana?”
El androide contestó:
“Estoy sólo empezando a serlo. Muchos humanos quieren aprender a ser máquinas, y yo quiero aprender a ser humana”.
Qué miedo ¿No?
Tras asimilar la respuesta, alguien (no recuerdo si fueron los mismos Roncagliolo y Galindo, o si fue otra persona) le preguntó a la creadora del robot si le gustaba lo que había conseguido con ese… ¿ser? La inventora pensó unos instantes, sopesó, valoró y por fin contestó:
“No, no me gusta. Me parece interesante, pero no me gusta”
Así que llegado éste punto de la charla, y para aliviar ese momento de miedo anticipado a lo que nos traerá la tecnología, Roncagliolo empezó a contarnos cómo funciona el negocio de la prostitución en Tokio. Los que estábamos allí no comprendimos ese giro, pero como es un tipo divertido y ese tema siempre engancha, nos olvidamos momentáneamente del robot-bebé y le escuchamos. Nos contó que son negocios bastante abiertos a la calle, y que es allí mismo donde le asaltó un tipo y le contó todo lo que sus chicas le podían ofrecer. Contó que decidió entrar y probar un servicio que consistía en charlar un rato con una chica, y esto fue lo que pasó: Ella sonreía. Él preguntaba en inglés. Ella contestaba a saber qué en japonés, sonriente y haciendo gestos. Él decía alguna cosa absurda en castellano. Ella se reía y decía algo en japonés. Él soltaba alguna chorrada absurda. Y así todo el tiempo. Comunicación = 0. Y sin embargo, era humana.
Al final reflexionamos todos sobre cómo nos relacionamos los humanos, sobre todo en los últimos tiempos. Uno pregunta ¿Qué tal te va? Esperando que te contesten que Bien, y por favor que no te den detalles. Alguien manda un twit y espera mil respuestas que en realidad le importan un huevo. Otro alguien se pone misterioso en facebook para que le pregunten qué le pasa, y de 347 amigos que tiene a nadie le interesa un carajo lo que está diciendo, por críptico que sea. Otro alguien hace la compra por internet y así no tiene que ver a sus semejantes haciendo cola o soportar a las cajeras que, por otro lado, jamás le miran a la cara. Otro alguien se compra la wii fit para dejar de ir al gimnasio a sudar a la vista de otra gente. Es decir: nos comportamos como androides pero queremos humanizar nuestras máquinas al máximo. Tampoco es ninguna novedad decir que el ser humano es bastante contradictorio y absurdo.
En cualquier caso a mi la novela me ha gustado mucho y será un regalo que, desde luego, haré más veces.
PD: Va un link de youtube, con el robot HRP-4c, pensado sólo para entretener y con idea de que haga desfiles de moda. En teoría toda la industria robótica se prevé que va a ir destinada a asistentes para la tercera edad, cada vez más creciente en Japón (terremotos y tsunamis mediante).
8 amiguetes que comentan.:
Tuve la suerte de que alguien me regalara Abril Rojo, después de leer tu post y me gustó y mucho. A ver si ahora también pasa, jajaja es que después de leer tu crónica quiero leerla ya.
Besotes
"Era un robot que no sólo contestaba a tus preguntas, sino que aprendía un poco más cada vez y combinaba lo aprendido para responder cada vez de forma más compleja."
Eso es la definición de un niño en edad de ser adiestrado y apartado de su tendencia natural espontánea, hasta conseguir hacer de él un perfecto robot adulto.
Me gusta lo que dices y como lo dices.
Yo con la robot que quiere aprender a ser humana me cago vivo, vamos...
Elysa, a ti te va más el género de ciencia ficción que a mi, así que te gustará seguro.
Reina, Banshee, a mi también me da canguelo. Aunque no me importaría tener un robot que planchara por mi, eso sí os lo digo.
Ximens, gracias, he aprendido mucho de grandes compañeros de escritura :)
Abrazos y besos a repartir.
ufff!! me has dejado muerta! sencillamente... me ha encantado! donde son las reuniones esas donde la lian? jajajaja en serio, me has dado unas ganas ENORMES de leerme el libro =)
A mí me pasó igual, blue. Salí de ahí deseando leerlo. Esto de la robótica empieza a dar miedito.
El giro que ha dado Roncagliolo a este tipo de temas (cualquiera que no sea terrorismo o secuelas del mismo) ha sido satisfactorio. Me agradó tu nota.
Saludos
Valery
Barcelona Daily Photo
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